No soy samaria, pero quiero a la ciudad como si fuera mía.
No nací acá, pero la vida me ha traído a esta joya en el Caribe y ahora soy otra hija adoptiva de Santa Marta.
No soy samaria, pero siento orgullo de vivir en una ciudad con tanto potencial, rodeada de playas, ríos y selvas sin igual.
No he vivido mucho tiempo aquí, pero sé que me quedo por muchos años.
No soy samaria, pero veo que se necesita mostrar más orgullo y que la ciudad lo merece.
No puedo llamarla “mía” pero siento la pertenencia de mi país, que se refleja en la Sierra Nevada, y quiero proteger a esta ciudad que parece haber cambiado sus riquezas naturales por una falsa promesa de desarrollo que arrasa con lo que realmente debemos valorar.
No soy samaria, pero quiero ver una Santa Marta limpia, verde, feliz, saludable e incluyente con la naturaleza que la hace tan única y especial en el mundo.
Para mí Santa Marta era un sueño lejano, entre verde y azul, lejos de mis Andes, y ahora que estoy aquí, me duele ver cómo se tumban los árboles, se secan los ríos y manglares, y cómo las playas se van privatizando, cerrando, perdiendo.
No soy samaria, pero siento orgullo por el patrimonio histórico, cultural y natural que representa la ciudad y sus alrededores, y aún más tristeza por verlos desaparecer.
No, no soy samaria, pero siento la necesidad de luchar por Santa Marta, por su futuro, por sus hijos, para que crezcan rodeados de árboles, de aves, de iguanas; para que conozcan la Santa Marta que yo conocí de niña y que me impactó tanto por su diversidad y belleza.
Protegemos el árbol de caucho porque simboliza lo que se está perdiendo: porque representa lo que la ciudad no puede abandonar.
Lo protegemos porque es más que un árbol: es el colectivo, la consciencia, el amor, el respeto, el futuro y el pasado, y si se tala el árbol, perdemos otro poquito de nuestra integridad, de nuestra felicidad y de nuestro derecho ciudadano a una vida digna y saludable, donde se incluye la naturaleza y los deseos de la comunidad.
No soy samaria, y como el árbol de caucho, soy originaria de otros trópicos, pero los dos hemos echado raíces en el suelo seco de esta ciudad, y aquí nos quedamos.