Salí de Colombia para Europa el 7 de octubre, el mismo día que el grupo armado de Hamas atacó un festival de música en el territorio que ocupa el estado de Israel. Desde el comienzo de lo que se ha convertido un genocidio brutal e inhumano en contra del pueblo palestino, estuve buscando manifestaciones en los países de Europa Oriental que estaba visitando, pero no tuve suerte de coincidir con ningún evento hasta el sábado 2 de diciembre, cuando finalmente pude llevar mi cámara a la manifestación en pro de la liberación de Palestina que marchó por las calles de Madrid, saliendo de Atocha y terminando en las puertas del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación.
El evento fue un llamado multitudinario al gobierno español para romper relaciones diplomáticas con el gobierno de Netanyahu, por un cese al fuego permanente para detener el genocidio del pueblo palestino a manos del gobierno y ejército de Israel, y poner un fin a la ocupación y el apartheid en los territorios ocupados de Palestina.
Acompañados por pancartas y banderas, llamados de “¡Netanyahu, asesino!” e “¡Israel asesina, Europa patrocina!” retumbaron por las calles de la capital española mientras la procesión avanzaba hacia la Playa Mayor y las puertas del Ministerio.
El keffiyeh, el tradicional pañuelo que se ha convertido en un símbolo de la lucha por la liberación de Palestina, se veía en todas partes; la mayoría de los manifestantes lo usaban mientras cargaban pancartas y globos con mensajes de paz y dibujos de sandías—otro símbolo representativo de la lucha—y pregonaban por el fin al genocidio que ha asesinado miles de civiles palestinos, muchos de ellos niños.
El ambiente estaba cargado con la frustración e impotencia de ver un genocidio siendo cometido en vivo y en directo, llegando a millones de pantallas de celulares todos los días durante semanas, mientras los poderosos gobiernos de Norte América y Europa continuan su apoyo y financiamiento indiscriminado a las fuerzas armadas israelís, quienes han demostrado su falta de humanidad día tras día con sus bombardeos incesantes sobre la población civil y sus vídeos de TikTok, en los que se burlan de sus víctimas y le muestran al mundo sus crímenes con orgullo.
Al acabar la manifestación, volvimos a nuestras pantallas a ver que la situación sólo había empeorado después del fin de la supuesta “pausa humanitaria” que duró pocos días. Hasta hoy, Israel continúa atacando lo que sobrevive de la población civil, los hospitales, las mezquitas, las ambulancias de la Cruz Roja, los colegios de las Naciones Unidas y los campamentos de refugiados en la Franja de Gaza, donde, a causa de la falta de agua potable, comida, electricidad y medicamentos básicos, las enfermedades se están propagando tan rápidamente como las bombas, creando una calamidad humanitaria casi tan grave como el mismo asalto militar.
Al mismo tiempo, los colonos israelíes en los territorios ocupados de Cisjordania, donde no existe la excusa de eliminar a Hamas, siguen asaltando, asesinando y desplazando a los pueblos indígenas palestinos, dejando aún más claro que esta mal llamada “guerra” es en realidad una campaña violenta de limpieza étnica diseñada para expulsar a los palestinos de sus tierras históricas.
Los ciudadanos del mundo han demostrado su solidaridad en contra de los crímenes de guerra que estamos presenciando en Palestina mientras muchos gobiernos continúan apoyando el gobierno de Israel, excusando sus acciones como “auto-defensa”, lo cual es ilegal bajo las leyes humanitarias internacionales ya que Israel es un estado de ocupación y no tiene derecho a “defenderse” de Palestina, donde no hay ejército, según las Regulaciones de La Haya de 1907 anexadas a la Convención (IV) y el Convenio de Ginebra relativo a la protección debida a las personas civiles en tiempo de guerra de 1949. ¿Pero acaso alguna vez en su corta historia Israel ha respetado la ONU o las leyes de derechos humanos? ¿Cuántos más inocentes tienen que morir hasta que el mundo ponga un fin a esta atrocidad?
Laura Restrepo Ortega 