Había estado tratando de escribir algo sobre Manaus en las últimas semanas; algo de esta extraña y loca ciudad de concreto que no logro entender pero que me ha encantado desde la noche que llegué. Ubicada en el medio del Amazonas, Manaus tiene 2.5 millones de habitantes y se extiende por más de 11,000 km² sobre las orillas del Río Negro. He pasado mis días visitando sus edificios viejos y caminando por sus calles desniveladas y llenas de huecos, preguntándome qué puedo escribir sobre este lugar tan exótico y tan raro.
He estado aquí más de un mes pero me sentía estancada, insegura de qué decir sobre este oasis gris que sólo insinúa estar rodeado por la gran selva, arruyándonos con el calor opresivo para que olvidemos dónde estamos, sin ofrecernos un respiro del enorme sol, sin arrepentimientos por obstruir la naturaleza con sus edificios altos y asfalto quebrantado, afferándose a los restos de la bonanza del caucho que construyó la ciudad en medio de la selva a finales del siglo XIX.
No podía escribir, no estaba segura de nada, y estaba empezando a dudar de mi propósito en Brasil. Y después leí el blog de mi amiga Carolina sobre su primer mes de estar viajando sola en el sur de Asia, y de no poder escribir hasta darse cuenta que todo se convierte en otra cosa diferente a la que planeaste cuando estás viajando, y que eso es lo más lindo, es lo que buscamos. Al recordar ese principio me llegó una ola de inspiración, no sólo para escribir, pero para hacer un plan y plantearme metas que pueda alcanzar metódicamente. Me encanta la vida nómada, lo impredecible y caótica que puede ser, pero tanto con la escritura como con la vida, me gusta volver el caos en un estado de desorden tangible, planeado con espontaneidad.
Entonces empecé a hacer un plan, y a cambiarlo, y a adivinar y cuestionar todo, y finalmente creé un tipo de horario y presupuesto que me deben llevar hasta mediados de mayo del 2016. Supongo que tener una idea de qué voy a hacer en los próximos cinco meses y medio es suficiente, y ya que tengo el calendario lleno de nombres de lugares exóticos, puedo continuar moviéndome entre sueños por el alucinante Amazonas y el nordeste de Brasil.
Durante los próximos cinco meses y medio viajaré casi 6,000 km desde Manaus y su increíble plaza de mercado, su arquitectura colonial, su historia y su cultura, sus playas de agua dulce, sus iglesias, y claro, todas las picolés y din-din de cupuaçu (paletas y bolis de frutas tropicales) que pueda querer! No sé qué va a pasar o a quién voy a conocer, pero sí sé que estaré en Belém para Año Nuevo, en São Luis y los Lençois Maranhenses en enero, en Fortaleza para el carnaval, en Recife en marzo, y subiré otra vez a Natal en abril. Sé que visitaré las playas de Pipa y Olinda en el camino, y a veces desearé no haber planeado el viaje con tanta anticipación.
Sé que planear los próximos seis meses puede obstaculizar mi libertad de aprovechar oportunidades espontáneas que se presenten, pero tener este propósito, este camino, me da un sentido de responsabilidad a mí misma, de cumplir con mis planes, de seguir por toda la costa Atlántica hasta el vecino Uruguay, y después Argentina, para finalmente volver a Colombia… antes de ir a Francia.
Bueno, lo admito, soy planeadora de viajes compulsiva! Pero la vida es corta y maravillosa, y es demasiado fácil perderse en lo cotidiano, en la comodidad de la estabilidad o la inestabilidad, y no quiero perderme de nada. Para ver qué sigue, acompáñame en este viaje planeado con incertidumbre pero lleno de descubrimientos y aprendizajes.